El movimiento estudiantil del 2011 significó para mí no sólo un capítulo en la “etapa universitaria”, sino que mucho más, abarcó puntos que nunca pensé éste tocaría. Si más bien varias ideas y convicciones que antes tenía fueron reafirmadas, otras ya no están, debido a que pude ver que no eran como yo creía, como por ejemplo mi visión con respecto a los partidos y su funcionamiento, el pésimo actuar y lineamiento de muchas instituciones, etc. Todo esto sumado a distintas experiencias que unidas dieron como resultado un año agitado, complejo, pero no por ello menos interesante o significativo, debido a todo lo vi, aprendí y viví.
El comienzo fue extraño ya que no comprendía varias cosas de las que se discutían, hablaban, y a veces, gritaban en las asambleas y pasillos, debido a esto y como me interesaba todo lo que iba sucediendo, me sentí con la obligación de preguntar a ciertas personas que estuvieron dispuestas a enseñarnos tanto a mis compañeros como a mi, a su vez a investigar por mi cuenta y también, a mirar lo que se estaba formando tanto dentro como fuera de la universidad. Después de una inolvidable y fuerte primera experiencia de marcha, en la que cambié casi por completo mi concepto de violencia, visión con respecto a las fuerzas represivas y en si, donde sentí una mezcla entre miedo, rabia, entre otros, comprendí varias cosas que por mucho que pude haber escuchado antes, quizás, debí vivir en carne propia para comprenderlas. Luego de ello, empecé a tener una visión más crítica de las cosas, pero también, debido a lo mismo, con algo de lejanía.
En la medida que fui conociendo a distintas personas y compartiendo con ellas en algunos espacios, como en esas largas conversaciones en los pastos, comencé a captar mucho mejor lo que sucedía, una nueva fuerza se armaba, muchas voces despertaban y todos comenzaban a vislumbrar lo que sería un nuevo hito histórico, aunque nadie sabía lo que podría pasar bajo un gobierno de derecha; la generalidad despertaba luego de años de sueño y ceguera, esto lo pude sentir y ver en las marchas, donde se congregaban miles de personas de distintas edades, oficios y estratos sociales, aunque preferentemente de la “clase media”. Cuando se dieron los cacerolazos, en mi condominio se hizo un pequeño ruido al principio, que venía de mi casa y la de una vecina, pero luego fueron más y esa es una de las cosas que más me llamaron la atención, cada vez había más gente, más participantes y aportes, el tema era potente.
Por otro lado, entrar al colectivo fue algo positivo para mí, al escuchar las distintas opiniones que se daban en los debates o conversaciones simples, o por el mismo hecho de que se brindaran las instancias en las que no sólo salieron ideas, sino que a su vez me ayudaron a conocer mejor a gente con la que hoy comparto y a quienes valoro, no fue algo que, a mi parecer, cada uno vivió por su lado, claro que si en el ámbito personal, pero también se tuvo en cuenta que estábamos en un grupo, con personas con las que estrechamos lazos más allá de lo que duraba una reunión y eso es algo que rescato bastante, no se trata de una amistad general, pero si de buenos momentos y enseñanzas de las distintas perspectivas que cada uno poseía.
En el aspecto general, como señalé anteriormente, creo que el hecho de ver que no todo era como se mostraba, tanto en los diferentes medios, como entre la misma gente, me quedó claro al captar la cerrada concepción acerca de la violencia, que existe entre ellos, comprendí que la visión que se tiene acerca de ella es limitada, toma en cuenta sólo la violencia física y no percibe la vivida por todos tenemos cada día, en los trabajos, hogares y en si sus modos de vida en total, esto marcó lo que pasé el 2011, ya que debido a una caída de mi núcleo más intimo vi como llegaba a nosotros con horarios abusivos, una remuneración que no alcanzaba entre otros hechos, aunque gracias a todo lo ocurrido pude abrir aún más los ojos y ampliar mi visión con respecto a muchos conceptos y episodios que se iban dando, como es el caso de las ofensivas a las casas comerciales y demases, donde entendí que no eran por la rabieta de algunos, sino que reflejaban el descontento de personas que no tenían otros medios para expresarlo, para reclamar o simplemente para decir que estaban y están hartos del funcionamiento pobre y fraudulento de este sistema, que ya no da para más.
Y así, debido a todo lo dicho, crecí de cierta manera en cuanto a lo que soy y pienso; políticamente hablando, desde antes de entrar a la universidad me consideraba de pensamiento de izquierda y eso no ha cambiado, sino que se ha reforzado con los sucesos que ya nombré, pero a su vez, no me considero parte de la izquierda política actual y tradicional, esa que vemos en televisión y leemos en los diarios mostrándose como “oposición”, que no es más que un grupo de personas viciadas por el poder y las cuales, hace 20 años, según mi criterio, dejaron de cumplir de buena forma sus funciones, es por ello que aprecio lo ocurrido el año pasado, puesto que se dio la instancia para que muchas personas pudieran decir y mostrar lo que realmente pensaban, sin esa débil y ausente representación de las figuras políticas de hoy. A pesar de que finalmente no hubo una “ganancia” del movimiento en cifras, creo que el hecho de que se haya sacado a tanta gente a la calle, que hayan podido ser conscientes de lo que les afectaba o al menos escucharan lo que muchos teníamos que decir, ya es una gran obtención, debido a que desde ahí se empieza, concientizando, discutiendo , para así después ejecutar un cambio real que nos lleve a tener una mejor calidad de vida, un sistema digno y con igualdad de oportunidades, que son los elementos básicos para tener una sociedad que pueda salir adelante y que no siga estancada en un hoyo de hostilidad, individualismo e injusticias en cada orilla por donde se le mire.
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